13 de septiembre de 2011

Guitarras.

Bueno, cuando publiqué esta historia junto a la foto en el flickr, fue cuando tomé la decisión de crearme un blog, para seguir cantando mis cuitas (nah, no todo es TAN triste).
Y es hoy, después de cinco meses cuando me doy cuenta de que ésta debió ser la primera entrada de mi blog, esto debe estar aqui. Pero claro, ahora que me da flojera hasta agarrar el lápiz y por lo tanto no he escrito mucho, -o lo que he escrito termino sin publicarlo, doblándolo en dos y guardándolo en un cajón- se me ocurre traer esto para acá. Esto siempre debió haber estado aquí.
En fin, para qué darle más vuelta, se los dejo. Viene acompañado de una foto que titulé "Guitarras".


Varias veces me han preguntado si los títulos de mis fotos tienen algo que ver entre sí, si tienen alguna continuidad en relación a los anteriores, entre otras. Mis títulos no son una historia y tampoco tienen un mensaje oculto. Yo les propongo que dejen de buscarle tanta explicación que, si bien complementa, no es lo importante.
Además, admito ser pésima con los títulos para cualquier cosa. Nunca los pienso demasiado y normalmente tienen que ver con algo relacionado al momento de la foto o el lugar. Si parece no tener sentido, es por que aquella relación no está explícita en la foto.
Ahora bien, este título si podría tener una historia.
Es por eso que decidí contarla.
Hace poco más de un año acompañé a mi viejos a una estancia a una hora de la ciudad. Ellos en los asientos delanteros, conversando sobre gente que yo no conozco, trabajo, parientes y otros temas que no vale la pena mencionar. Me acerqué hacia la cabina de adelante para colocar un CD. Puse lo primero que encontré, no recuerdo su nombre pero seguro era un artista medio añejo de esos que le gustan a mi papá, de su época.
Después de dos temas me di cuenta que las melodías eran mas deprimentes que la cresta, pero ya había encontrado una posición horizontal cómoda y no tenía intenciones de levantarme y cambiarlo, ni tampoco de interrumpir a mis viejos que discutían sobre hace cuántos años le habían hecho segundo piso a la casa.
Me dolía la cabeza y era demasiado agradable ir recostada con un cojín que apareció de la nada, a pesar de tener de fondo a mi mamá contradiciendo que la ampliación había sido en invierno, como decía mi viejo.
No se cómo fue que llegamos al camino de tierra tan rápido. El tema ya había cambiado y ahora era sobre las vacaciones de un verano hace 5 años atrás. El lugar, los precios, el clima, llegaron a dar con algo sobre una salida de ellos dos a comer. Ambos se contradecían todo y de un minuto a otro comenzaron a discutir. Mi viejo se quejaba de lo indiferente que era ella, mi vieja de lo malhumorado que era él. Yo me levanté y me senté hacia la ventana, recordándoles que yo seguía ahí. Saqué mi cámara. Para variar, fue mi papá el que siguió argumentando hasta que le encuentren la razón. Se puso tan espesa la discusión que se fueron en lo personal, y así hasta llegar a eso que ni un hijo quiere escuchar, menos aún cuando crees que todo va bien y que tus viejos se aman y van a estar juntos hasta el final. La conversación era casi a gritos y yo hacía mi mayor esfuerzo por escuchar las guitarras de la canción de mas atrás.